A día de hoy, se habla mucho del beneficio y la equivalencia de las bombillas LED en comparación con los sistemas de iluminación más convencionales. La razón, es que gracias a esta tecnología, ahorramos tanto en consumo de energía, como en las emisiones que generamos a la atmósfera a causa de esa energía y, a la larga, económicamente también.
Los motivos son muchos. Las bombillas LED trabajan sin emitir calor, por lo que emplean toda su energía en generar luz. A diferencia de otro método de iluminación como puede ser la incandescente. Gracias a esa ausencia de calor no necesita enfriarse al apagarla, como por ejemplo, las halógenas. Además, esto se agradece en verano ya que no aporta calor extra.
Respecto a la reducción de las emisiones y la propia contaminación, esto se debe a que no contienen elementos contaminantes o tóxicos, como por ejemplo, el mercurio. Sí presente en las bombillas de bajo consumo. Por estos motivos las LED son más eficientes y a su vez más ecológicas y sostenibles.
Aunque las luces LED pueden suponer un gasto mayor en un principio, comparadas con otras como las de bajo consumo. A su vez, esta primera inversión beneficia con el paso del tiempo ya que al ser más costosas también son de mayor calidad y el resultado es un consumo menor.
Esta reducción en el consumo se debe a varios factores. El primero es que se enciende al momento. No necesita un tiempo extra para empezar a funcionar, al igual que no lo necesita para apagarse. Segundo, duran más. Ya que no se queman, son más resistentes a los golpes y a las sobrecargas de tensión. Por último, necesitan menos potencia para iluminar el mismo espacio que las bombillas convencionales. Por lo tanto, al necesitar menos potencia, consumen menos energía, lo cual supone un ahorro.
La razón de esto es que la cantidad de iluminación que aporta una luz LED se mide en lo que llamamos lúmenes. Cuantos más lúmenes, más luz. En comparación con las bombillas convencionales, que se medía en vatios.
A continuación hablaremos de la equivalencia de las bombillas LED respecto a las convencionales, para entender mejor la diferencia entre ellas y el motivo de esta diferenciación en las medidas de equivalencia.
Lo primero que se debe entender, es que en las luces LED, los vatios únicamente indican el consumo que esas bombillas generan, pero no la cantidad de luz que emiten. En este caso los lúmenes son el equivalente a la cantidad de iluminación que aporta el foco. En cambio, los vatios son la potencia eléctrica consumida a causa de generar esa iluminación. Por eso es importante entender la diferencia y la equivalencia que supone el cambio de bombillas convencionales a las LED. Ya que si compramos una bombilla LED, que supere el número de lúmenes que el espacio a iluminar necesita, seguiremos consumiendo la misma energía que antes y de forma innecesaria.
Esto es a causa de que las luces LED no parpadean, tienen una luz más nítida, intensa y constante, por lo que necesitan menos potencia en el mismo espacio, a diferencia de las convencionales. Un ejemplo sería el siguiente. Para 5W de potencia de una bombilla LED, que indican su consumo, se necesitas unos 40W de una incandescente. Además la cantidad de lúmenes necesarios se calculan en función de la altura y los m2 del espacio. Esto quiere decir que por muchos lúmenes que tenga la bombilla, si se coloca en un techo demasiado alto no va a generar el efecto que se busca. No por culpa de la luz LED, si no por haber escogido de forma errónea.
Finalmente, resumiendo todo lo que se ha mencionado, parece cada vez más claro que el futuro son las luces LED. Por su capacidad lumínica, por el ahorro energético y económico y por su calidad y durabilidad. Además del mantenimiento casi nulo que requieren. Pero solo se consigue optimizar al máximo su uso si se escoge bien. Esto se hace observando los lúmenes que aporta la bombilla en comparación con los que necesita la zona a iluminar. También teniendo presente que los W solo son una medida que indica el consumo, pero no su capacidad.